Cuando hablamos de leche, el primer nutriente que nos viene a la mente es el calcio. La leche vacuna, a pesar de contener alta cantidad de calcio (incluso más que la humana) es mal utilizado debido a un desequilibrio con otros minerales, tales como el magnesio y que alteran su biodisponibilidad.

Además, la caseína (principal proteína de la leche) es la que impide que podamos absorber el calcio que contiene. Esto ocurre porque al consumir proteínas animales, el pH de la sangre se vuelve ácido y el organismo, como reacción, obtiene parte del calcio que tenemos en los huesos para poder neutralizar esa acidez.
El consumo en grandes cantidades de proteínas lácteas producen un exceso de acidez que el organismo intenta compensar mediante la liberación de minerales alcalinos, como el calcio.
Entonces, el hecho de vivir sin leche no es un impedimento para tener huesos y dientes
fuertes, al contrario, estudios han demostrado que el consumo de lácteos o de alimentos
con calcio no es un factor protector contra el riesgo de fracturas. Los nutrientes que tiene la leche podemos encontrarlos en otros alimentos que no tienen estos efectos nocivos.
Los mejores alimentos para adquirir el calcio son los vegetales y las semillas.
El calcio se obtiene de hojas verdes como kale, brócoli, semillas de sésamo, chía, lino,
almendras, garbanzos, entre otras fuentes. Las leches vegetales, como la de almendras y
la de avellanas, presentan una mayor biodisponibilidad de calcio que los lácteos vacunos,
porque la proporción es parecida a la leche humana y el resto de los minerales actúan en
sinergia para su absorción.
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