
Mi nombre es Guillermo Fernández. Nací en el año 1978. Vivo en Montevideo, Uruguay, junto a mi esposa y mi hija de 3 años.Hace tiempo que asisto a la Clínica Vitola, con el objetivo de recibir buenos aportes para alcanzar un equilibro integral entre mi cuerpo, mente, energía, los alimentos que consumo y la vida diaria de la que formo parte. Agradezco a Cecilia por alentarme a compartir mi experiencia con el COVID.
Lo hago con el propósito sincero de expresar propia vivencia ya que tal vez pueda ser útil a otras personas que pasan por este proceso. Hace aproximadamente un mes el test de COVID que me realicé dio positivo. En los días previos comencé a tener molestias físicas, tos, algo de fiebre, congestión nasal y mucho cansancio. Como los síntomas persistían decidí consultar a la mutualista de la cual soy socio y recomendaron realizarme el test. Fui con el automóvil hasta el sitio indicado. Debo confesar que el hisopado me resultó una técnica invasiva y hasta un poco agresiva.
Cuando recibí el resultado a los 15 minutos en un papel que decía POSITIVO con letras grandes, sentí una energía densa que caía sobre mi, me sentí también vulnerable y en cierto modo indefenso. Sentí el impacto de todas las noticias que había visto, escuchado y leído, todos los comentarios y conversaciones con familiares, amigos. Sentí un sin fin de pensamientos que disparaban emociones cargadas de pesadez. Luego de unos minutos, mientras retornaba a mi hogar, un mensaje de texto del MSP llegó al móvil.
El mismo indicaba que había resultado positivo de COVID y que debía llenar un formulario web con mis datos. Al llegar lo hice, el formulario solicitaba además de mi información completa, datos sobre mis contactos personales. La mutualista me dio un teléfono para llamar para comenzar un seguimiento médico telefónico. Allí consultaron sobre como me encontraba, preguntaron por los síntomas físicos que tenía y dejaron otras dos opciones telefónicas para llamar en caso de ser necesario, un número de la emergencia y otro de apoyo COVID. En la tarde comencé a sentir más dificultad para respirar, no podía evitar que todos los síntomas que había escuchado sobre el COVID estuvieran dando vueltas todo el tiempo en mi pensamiento. A eso le agrego el miedo que comenzó a surgir en mi entorno, en familiares que dan cientos de recomendaciones, amigos que se van enterando, más allá del miedo propio que va aumentando alimentándose de todo eso y del colectivo en general.
Lo reconocí tanto en mí como en los demás, el miedo a la muerte, a la pérdida, a la desaparición, un miedo creado por pensar y sentir que uno ya no tiene el control ante una situación que lo supera ampliamente. En medio de ese remolino emocional y mental, que ya afectaba mi físico, me sentía cada vez peor y llamé a la emergencia. Cuando vinieron, me revisaron completamente, chequearon adecuadamente mi sistema respiratorio.
Dijeron que la cantidad de oxígeno disponible en la sangre estaba bien, que los pulmones estaban bien, que los síntomas eran los propios del virus, que reposara y que al otro día enviarían otro móvil médico a chequear mi estado para que estuviera tranquilo. Al día siguiente otra doctora llegó en la mañana y me revisó nuevamente, algo era diferente en esta persona, su voz, su proceder. Luego dijo una frase que ayudó bastante a centrarme y serenarme: ¿Cómo te sientes?. La pregunta se orientaba a mi parte mental y emocional, a mi como ser humano. Le comenté que había sentido miedo, ansiedad e incomodidad a lo cual me aconsejó que intentara estar tranquilo, realizar respiraciones profundas para relajarme, si gustaba de meditar que meditara. Agregó que físicamente los pulmones se encontraban bien, que si permitía que mis pensamientos de ansiedad crecieran, esto provocaría síntomas que se agregaban a los naturales del virus y eso no ayudaba en la recuperación. Luego de este suceso todo cambió. Sentí que el Universo o mi Ser de algún modo me estaban dando un mensaje para aprender, comencé a percibir que detrás de todo esto y más allá de las molestias físicas, podría encontrarse una gran lección.
Pero sobre todo, sentí que mi salud integral dependía en gran parte de mi mismo, de mi pensamiento, de mi actitud, de mi vibración energética, de ir hacia adentro a buscar respuestas y permitir que lo demás se fuera sucediendo. Agradezco infinitamente que tanto mi esposa como mi hija, se mantuvieron sin síntomas.
Mi esposa sobre todo, apoyando con su positiva actitud en todo momento y mi pequeña irradiando con su risa y su inocencia. El tener que estar aislado lo viví al principio como una imposición, luego como una decisión. Decidí tomar lo mejor de esa situación pese a que gran parte de mi esencia siempre se ha visto regocijada en el movimiento, en las relaciones, en la integración con la naturaleza. Opté por aceptar lo que estaba sucediendo y enfocarme en lo que estaba ganando, no tanto en lo que supuestamente perdía.
Aproveché para hacer cosas distintas, para comprender las tareas de los otros, para estar más presente y consciente en mi hogar. Para todo esto, he de reconocer que las molestias físicas ayudaban pues llevaban mi atención al cuerpo y por tanto los pensamientos no podían llevarme por sus caminos una y otra vez. Pasaron los días y otra pregunta surgió, pregunta que se reiteró luego a través de Cecilia en una consulta virtual: ¿Porqué te parece que enfermaste? En el momento la respuesta fue natural porque llevaba días en el proceso de las conclusiones.
Enfermé porque atravesaba un momento de stress, donde los pensamientos iban para un lado, las emociones vagaban sin atención, y mi cuerpo manifestaba las consecuencias de mi desequilibrio, bajé las defensas en todo sentido y el virus pudo entrar y afectarme como lo hizo. Reconocí la importancia absoluta de dedicarse a uno mismo, aunque sea un poco cada día. Dedicase al reencuentro, a la armonización, al equilibrio. Recordé y viví como somos una integración de cuerpos energéticos, como nuestros pensamientos afectan y dirigen nuestras emociones, y como una desarmonía que permanece a nivel mental y emocional, termina impactando en nuestra vitalidad y finalmente en el cuerpo físico.
He aprendido mucho de todo esto, porque lo elegí. Entiendo que de cada situación podemos sacar la luz que trae si decidimos ir más allá de la confusión y el dolor físico. Incluso si son otros los que atraviesan por esta enfermedad u otras, podemos aportarles lo mejor sólo si estamos en el mejor estado posible y eso incluye todo lo que somos: alma, mente, emociones, cuerpo.
Finalmente quiero recomendarles un libro que tuve en mis manos, fue recorrido por mis ojos y recibido en mi corazón durante todo el proceso. El Poder del Ahora de Eckhart Tolle. Grandiosas enseñanzas que resonaron en mi interior y trajeron luz a mis días. Agradezco el apoyo positivo y de buenas energías que muchos me brindaron y siento es lindo aportarlo a los demás en todo momento.
Recordemos siempre que el compartir un abrazo, un beso, una mano, unas palabras de aliento, una canción, en definitiva el amor expresado, nos aporta tanto que nos lleva a reconocer y activar la fuerza que ya tenemos para sanar desde adentro. Gracias a Cecilia por invitarme a escribir este texto, me ha ayudado a seguir comprendiendo las causas y propósitos de estas situaciones.
Un abrazo.
Guillermo.
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